El destete puede crear algunos problemas emocionales tanto en la madre como en el bebé. Algunas madres para las que el acto de amamantar tiene un significado muy profundo a veces se sienten muy deprimidas cuando llega la hora de cambiar esa alimentación. Es posible que experimenten la sensación de estar perdiendo el contacto íntimo con su hijo. Por otra parte, alimentarse con el pecho materno es un enorme placer para el bebé y puede mostrarse reticente a perderlo.Por ello, el destete puede ser una experiencia traumática y que, en opinión de los psicólogos, debe ser llevada a cabo en forma gradual y con gran cuidado.

Cuando las condiciones de higiene son satisfactorias, el destete no debe ser postergado mucho tiempo. Algunos pediatras opinan que si se sigue amamantando al pequeño mucho mas allá de los 5 o 6 meses podría después tener dificultades para aceptar otros alimentos. Algunos pediatras aconsejan amamantar al bebé hasta los 5 o 6 meses, edad en la que ya es capaz de beber pequeños sorbos de una taza. En principio esto puede hacerse antes de una de las mamadas diarias e ir ampliando esta práctica lentamente. La Organización Mundial de la Salud, sin embargo, recomienda que los infantes sean amamantados, al menos 2 años; además, que los sólidos se comiencen a los 6 meses de vida, en tanto que la Academia Americana de Pediatría recomienda que se amamante exclusivamente al bebé los primeros 6 meses de vida.

La aceptación del destete varía de acuerdo con el estado físico y con el humor del bebé: si una semana esta resfriado o cualquier otra enfermedad lo hace sentir incómodo, es probable que exija el seno materno y hay que complacerlo.

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