La interacción entre padres e hijos desde los primeros días de vida es clave para que los chicos aprendan a conocerse, a manejar su mundo y a tener éxito en el futuro. Es fundamental fortalecer el desarrollo del niño en los primeros años de vida y son los padres los que tienen la oportunidad de aportarles elementos para construir una autoestima positiva, confianza y motivación indispensables para el futuro.

En el sistema nervioso aún inmaduro del bebé hay vías que permanecen intactas incluso en casos graves de estrés y que pueden servirle para recuperarse. Un sistema nervioso tan frágil es hipersensible y tiende a desorganizarse con el exceso de estímulos externos y los esfuerzos del propio bebé por responder a ellos. Pero esa capacidad de recuperación que existe en la primera infancia disminuye a medida que el niño crece y de ahi la importancia de fortalecer el desarrollo del bebé cuanto antes.

La maduración del sistema nervioso lleva al niño, sin pausa, de una etapa a otra. Una fuente importante de estimulos proviene del sistema de realimentación interno (reconocimiento del mismo bebé de haber completado una etapa del desarrollo, caminar, gatear etc.) Cuando lo logra su carita se ilumina como si dijera ¡Yo lo hice!. La realimentación externa que es la que proviene de los padres, es otra fuente vital de estímulos, debiendo permitir que el bebé luche por las cosas que se propone , se frustre y experimente despues la alegria de haberlo logrado. Es importante que los padres reconozcan lo valioso de este proceso.

Los padres logran transmitir su entusiasmo al bebé que está en el útero y lo preparan para un futuro de éxitos. Es en el primer año de vida del niño cuando se empieza a construir el sentimiento de aptitud, las expectativas de éxito y las motivaciones que lo impulsan a trabajar para lograrlo.

A esta altura nadie duda de lo importante que es para el bebé crecer en un ambiente acogedor y estimulante. Un medio poco receptivo, hostil, descuidado o depresivo produce niños enojados, deprimidos y desesperanzados ya a los 2 o 3 años. Aún se los puede recuperar, pero los riesgos son cada vez mayores y no se puede ser indiferente antes estos primeros años de la vida porque el costo que pagan las nuevas generaciones es muy alto.

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